La Sentencia del 11-M
Esta vez no voy a comentar la Sentencia desde el punto de visto jurídico, con lo cual podría llenar varias páginas de este blog para analizar el trabajo de mis compañeros abogados de oficio de Madrid, que se han visto obligados a dedicarse en exclusiva a este caso y puedo imaginarme, hoy mismo, su satisfacción, ya que algunos medios incluso les han felicitado.
Cuando hace más de tres años el país se paralizó, yo estaba embarazada de seis meses y me encontraba en ese estado de plenitud física y emocional - quizás debido al llamado “subidón hormonal” - que las embarazadas sentimos en el segundo trimestre, debido al hecho, como más adelante me dijeron, de “llevar al hombre dentro” -. Ese "subidón" no lo he sentido en ningún otro momento de mi vida.
Me encontraba la mujer más guapa y feliz del mundo, combinaba el ejercicio de mi profesión de abogado con la dirección de una revista jurídica, disfrutaba de mi trabajo, de mi recién estrenado matrimonio en nuestro soleado estudio cerca del Tibidabo, practicaba natación varios días a la semana, asistía activamente a los cursos de preparación de al parto y al taller literario, leía y escribía sin cesar, nuestra cuenta corriente estaba a tope ... Y todo eso sintiendo día a día las patadas de mi niña, que ya entonces se mostraba muy activa, igual que yo ...
Así, recuerdo que cuando escuché a primera hora en la piscina los comentarios sobre el atentado, cuando me mareé en el autobús debido al caos de tráfico, cuando la enfermera que me practicó la prueba del azúcar bajó a las doce del mediodía para hacer un minuto de silencio, cuando me quedé atascada en el metro porque fue tanta la gente que se manifestó el día 12 que era imposible pasar ... además de la estupefacción y rabia que sentimos la mayoría, llegué incluso a sentirme culpable.
Culpable por sentirme tan feliz y afortunada mientras tantas familias se partían en dos. El país había sufrido el atentado más terrible de la historia de Europa y yo no podía borrar la sonrisa de mi cara.
¿Cómo no pensar en Laura, esa joven de Madrid que tenía mi misma edad y esperaba también su primer hijo, que además de perder al bebé quedó en silla de ruedas?
¿O en todas esas madres a las que condenaron a una muerte en vida? ¿Y en todos esos jóvenes, universitarios, trabajadores, todos como nosotros, que empezaban a construir su vida, y tenían tantos proyectos e ilusiones que se quedaron en el tren ...? Curiosamente, cuando sólo un mes antes habíamos viajado a Madrid y habíamos pasado por la estación de Atocha.
Mi hija será siempre de "la generación del 11-M". Ojalá cuando todos estos niños - muchos, los nacidos en 2004 - puedan leer y comprender lo que pasó, sea sólo un recuerdo en los libros de Historia, como cuando nuestros abuelos nos hablan de la Guerra Civil.
Así que dejadme obviar los extremos jurídicos. Hoy no.
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