El otro día, hablando con una compañera maestra de P-3, me preguntó si todavía amamantaba a mi hija, que ya ha cumplido los tres años. Como ya sabía que le diría que sí, me comentó su teoría - que he escuchado más de una vez, pero ésta parecía muy convencida - de que la lactancia prolongada puede causar estragos a nivel psicológico tanto en el niño como en la mamá por la enorme dependencia que provoca para ambas partes.
Esta dependencia causada por la lactancia, según esta maestra, hace que yo lleve tan mal lo del paso a P-3, porque según ella todavía no he roto un imaginario cordón umbilical ... Y que como máximo a los dos años y medio se debería realizar el destete porque es cuando se forma la identidad del niño y su "yo" personal independiente de la madre. Incluso me dijo que puede reconocer las boquitas de los niños que todavía maman en su clase.
Desde aquí os digo que estoy harta. Harta de que todo el mundo opine sin tener conocimiento y sin haber pedido su opinión. Harta de tener que ocultar nuestros tres felices años de lactancia. Harta de discutir sobre el tema incluso con amigas íntimas y tener que callarme, de ser siempre la única madre que ha optado por esta filosofía de crianza, de repetir que mi objetivo principal es la felicidad de mi hija, pero no el único ...
Por mucho que yo les diga que es al revés, que los niños que han sido amamantados durante mucho tiempo después se convierten en unos adultos independientes y seguros porque saben que han tenido a su madre cuando la han necesitado, que existen multitud de estudios en este sentido, que los niños a los que les dejan llorar y aplican el método Estivill pueden desarrollar trastornos de la personalidad y como mínimo una gran inseguridad de mayores ... nunca parece convincente. Todas me miran siempre como una fanática de la teta y me hacen sentir mal.
Os comento un ejemplo:
Erasé una mamá que hizo una lactancia prolongada, incluso cogió una excedencia en su trabajo hasta que su hija cumplió 9 meses para poder estar con ella y amamantarla. La criaba con la filosofía de LLL, y también practicaba colecho. La niña crecía estupendamente, era una niña feliz, cariñosa y muy risueña. Cuando la niña cumplió 2 años, de pronto decidieron que esa forma de crianza ya no les convencía. En una semana destetó a la niña, le montó su habitación (una habitación de adolescente con su escritorio y todo para que tuviera un lugar de estudio) y la llevaron a la guardería para que se "relaccionara" con otros niños (desde los 9 meses la cuidaba la abuela y todos los días iba al parque a jugar, y muchos fines de semana se juntaban con otras parejas con niños de edades similares).
Como os podéis imaginar, la niña sufrió un cambio radical. Una niña muy abierta y que hablaba con fluidez, cambió de la noche a la mañana (el mismo cambio que le hicieron los padres). De pronto era tímida, en el parque no iba a jugar como antes con los otros niños, sino que se quedaba junto a su madre sin soltarle la falda (lo que desesperaba a la madre, que la empujaba e insistía en que jugara) empezó a hablar con defectos de pronunciación que antes no tenía (cosa que a su madre le preocupaba enormemente) y, puesto que la evolución retrocedía, los padres cada vez la apuntaban a más y más cosas para "estimularla", actividades que la alejaban de sus padres.
Lo último que sé es que comenzó a desarrollar problemas de piel y alergias que cuando tenía unos 7 años apenas empezaban a remitir. Nunca volvió a ser la misma.
Sus padres creyeron que estaba demasiado apegada a ellos (cuando en realidad era una niña muy espabilada) pero como aún mamaba bastante y despertaba 3 ó 4 veces por las noches... intentaron acelerar drásticamente el desapego. La consecuencia fue que ocurrió exactamente lo contrario, y la niña desarrolló una enfermedad para intentar atraer de nuevo la atención perdida (eccemas y alergias). Está claro que esto no se puede demostrar, pero personalmente creo que en muchos casos la enfermedad física tiene un por qué psicológico (aunque no siempre).
Y esto lo he comprobado en vivo y en directo con mi marido, diabético insulino dependiente desde los 17 años. Cuando está contento, su diabetis está bien. Después de una comida con amigos o de un partido de fútbol, sus niveles de azúcar se equilibran. Tras un duro día de trabajo y de puñaladas traperas, tiene todos los números para padecer una hipoglucemia. Todas las enfermedades tienen un componente que va más allá de lo estrictamente físico.
Volviendo al tema que nos ocupa, nadie tiene derecho a decir a una madre por cuanto tiempo debe amamantar a sus hijos. ¿Acaso permitiríamos que se opinara sobre cuántas veces por semana se pueden mantener relaciones sexuales? Pues aunque parezca una exageración, es lo mismo, es un asunto privado que se puede compartir si se desea, pero no se tiene derecho a preguntar y para colmo después a criticar.
Así que a la próxima que me diga alguna barbaridad porque todavía amamanto a mi hija, le preguntaré cuánto hace que no tiene sexo con su marido ...
(Por cierto, la maestra que ha iniciado el debate no trabaja en la escuela donde irá mi hija, afortunadamente)