Vínculos

    a una nariz pegada: agosto 2007

    a una nariz pegada

    Érase una abogada a una nariz pegada. érase una nariz superlativa. Érase una nariz sayón y escriba, érase un peje espada muy barbado. Era un reloj de sol mal encarado, érase una alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba, era Ovidio Nasón más narizado. Érase un espolón de una galera, érase una pirámide de Egipto, las doce Tribus de narices era. (Francisco de Quevedo)

    lunes, 13 de agosto de 2007

    Para leer y sonreír

    Ella es una treintañera cosmopolita que baila tango y nada, una sirena pálida dispuesta a dejarse arrastrar por la corriente de la vida. Perfeccionista, obsesiva, caótica, cómica y dramática, pese a su desencanto generalizado de los hombres, por los que no puede evitar sentirse fascinada, esta replicante en blanco y negro no deja de dar oportunidades al amor las veces que toca a su puerta. Esta antiheroína del siglo XXI decide abrir una orgía literaria en la Red, una bacanal de los sentidos donde crearse una existencia paralela en la que dar rienda suelta a su creatividad. Ella y La orgía perpetua es un canto a la vida, al amor, a la amistad, a lo perdido y a lo encontrado, una cinta intimista con Madrid como telón de fondo y música de Leonard Cohen en los títulos de crédito. La orgía perpetua, el blog que da origen a este libro, ha ocupado durante meses los primeros puestos en la lista de las mejores bitácoras literarias elaborada por los críticos de Literaturas.com.

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    viernes, 10 de agosto de 2007

    La secretaria

    Tras varios años como comercial proletario, Carlos, uno de los amigos de mi marido de toda la vida, decidió lanzarse a la piscina del PMTA (P.Ministerio de los Trabajadores Autónomos, tomo prestada la frase de mi profesora y escritora Ana Muñoz de la Torre) y adquirió en franquicia, con una inversión de capital importante, una oficina de Maphre. Los amigos, que en mi opinión exageran, dicen que no trabajaba nada, que pasaba las horas conectado a Internet y no vendía ni una sola póliza, que no visitaba a los clientes ... El caso es que hace unos meses los números no le salían y se vió obligado a cerrar la oficina, precintar el chiringuito y buscarse otro empleo, esta vez sí, con la tranquilidad que da disponer de un salario fijo a fin de mes. Todo esto coincidió con la llegada de su segundo hijo. El otro día, en una conversación veraniega a la hora de los helados mientras las niñas hacían ver que dormían la siesta en la cama grande, Pep abrió el debate: - Pues vaya problemón que tiene Carlos ahora mismo con su secretaria, no me gustaría estar en su piel. - Claro, la habrá tenido que indemnizar por despido improcedente. Aunque supongo que ya le habrá dicho su abogado que si es por causas económicas, le tendrá que pagar sólo veinte días por año trabajado. Y ¿cuánto tiempo llevaba esta última? No más de dos años, porque era la segunda que contrató, ¿no? Además imagino que tampoco tendría un sueldazo ... ¿Qué pasa, que le ha llegado ya la papeleta de conciliación y no tiene el dinero? Pep, Clàudia y mi marido me miraron y se echaron a reír estrepitosamente. Al instante comprendí que el problema no era económico. Como siempre, resulta que todos lo sabían y yo soy la última en enterarme. O es que el sexo no figura ahora en mi base de datos ... - Carlos tiene un affaire, una historia con su secretaria, y hace tres años que la historia continúa. Ahora tiene que irse de vacaciones con su mujer y sus hijos y maldita la gracia que le hace. Pero no se puede separar porque su sueldo no da para la pensión de los dos, la hipoteca y pagarse él otro piso. Y no va a volver con treinta y cinco años a casa de sus padres ... Todo esto no tendría mayor importancia si no fuera porque su mujer es mi amiga. Una de éstas que precisamente porque desde que nació su segundo hijo "no tiene tiempo para nada" hace meses que no hablo con ella. Y vale que era una pareja por la que yo no daba un duro desde el principio, aunque se me da mejor ir por los Juzgados que ganarme la vida adivinando el futuro de los matrimonios. Siempre me pareció que él era una especie de Peter Pan con familia bien de casa adosada y piscina, que todavía no ha sido capaz de sacarse el carnet de conducir, mientras ella, mayor que él, trabaja de sol a sol cosiendo trajes como autónoma y fumando como un carretero, además de ocuparse casi en exclusiva de los niños. Lo peor, aquí, no es la infidelidad, o el sexo en la oficina, con una joven que tiene catorce años menos que la madre de sus hijos. Sin ánimo de justificar, un mal día, o un buen día según se mire, lo puede tener cualquiera. Lo peor es el engaño. Tres años de engaño son demasiados. Es demasiado traer otro hijo al mundo cuando ya son tres. Es demasiado que él no pueda, o no quiera, coger el toro por los cuernos, sólo por una cuestión económica. Es demasiado que mi amiga no lo sepa ... ¿o quizás no quiere saberlo? Es demasiado pensar sólo en uno mismo. Olvidar, por las dos partes, que ya no son dos en la oficina, sino muchos más. Que no tienen veinte años y que no están solos. Que la decisión que se tome tras un momento de calentón no les vincula sólo a ellos. Porque detrás hay dos familias. Menos mal que no me he enterado hasta ahora. Que no me busquen en la próxima calçotada. (Por seguridad los nombres de esta narración son ficticios)

    entrada de A una nariz pegada @ 11:02   3 comentarios

    viernes, 3 de agosto de 2007

    Lactancia prolongada y dependencia

    El otro día, hablando con una compañera maestra de P-3, me preguntó si todavía amamantaba a mi hija, que ya ha cumplido los tres años. Como ya sabía que le diría que sí, me comentó su teoría - que he escuchado más de una vez, pero ésta parecía muy convencida - de que la lactancia prolongada puede causar estragos a nivel psicológico tanto en el niño como en la mamá por la enorme dependencia que provoca para ambas partes. Esta dependencia causada por la lactancia, según esta maestra, hace que yo lleve tan mal lo del paso a P-3, porque según ella todavía no he roto un imaginario cordón umbilical ... Y que como máximo a los dos años y medio se debería realizar el destete porque es cuando se forma la identidad del niño y su "yo" personal independiente de la madre. Incluso me dijo que puede reconocer las boquitas de los niños que todavía maman en su clase.
    Desde aquí os digo que estoy harta. Harta de que todo el mundo opine sin tener conocimiento y sin haber pedido su opinión. Harta de tener que ocultar nuestros tres felices años de lactancia. Harta de discutir sobre el tema incluso con amigas íntimas y tener que callarme, de ser siempre la única madre que ha optado por esta filosofía de crianza, de repetir que mi objetivo principal es la felicidad de mi hija, pero no el único ...
    Por mucho que yo les diga que es al revés, que los niños que han sido amamantados durante mucho tiempo después se convierten en unos adultos independientes y seguros porque saben que han tenido a su madre cuando la han necesitado, que existen multitud de estudios en este sentido, que los niños a los que les dejan llorar y aplican el método Estivill pueden desarrollar trastornos de la personalidad y como mínimo una gran inseguridad de mayores ... nunca parece convincente. Todas me miran siempre como una fanática de la teta y me hacen sentir mal.
    Os comento un ejemplo:
    Erasé una mamá que hizo una lactancia prolongada, incluso cogió una excedencia en su trabajo hasta que su hija cumplió 9 meses para poder estar con ella y amamantarla. La criaba con la filosofía de LLL, y también practicaba colecho. La niña crecía estupendamente, era una niña feliz, cariñosa y muy risueña. Cuando la niña cumplió 2 años, de pronto decidieron que esa forma de crianza ya no les convencía. En una semana destetó a la niña, le montó su habitación (una habitación de adolescente con su escritorio y todo para que tuviera un lugar de estudio) y la llevaron a la guardería para que se "relaccionara" con otros niños (desde los 9 meses la cuidaba la abuela y todos los días iba al parque a jugar, y muchos fines de semana se juntaban con otras parejas con niños de edades similares).
    Como os podéis imaginar, la niña sufrió un cambio radical. Una niña muy abierta y que hablaba con fluidez, cambió de la noche a la mañana (el mismo cambio que le hicieron los padres). De pronto era tímida, en el parque no iba a jugar como antes con los otros niños, sino que se quedaba junto a su madre sin soltarle la falda (lo que desesperaba a la madre, que la empujaba e insistía en que jugara) empezó a hablar con defectos de pronunciación que antes no tenía (cosa que a su madre le preocupaba enormemente) y, puesto que la evolución retrocedía, los padres cada vez la apuntaban a más y más cosas para "estimularla", actividades que la alejaban de sus padres.
    Lo último que sé es que comenzó a desarrollar problemas de piel y alergias que cuando tenía unos 7 años apenas empezaban a remitir. Nunca volvió a ser la misma.
    Sus padres creyeron que estaba demasiado apegada a ellos (cuando en realidad era una niña muy espabilada) pero como aún mamaba bastante y despertaba 3 ó 4 veces por las noches... intentaron acelerar drásticamente el desapego. La consecuencia fue que ocurrió exactamente lo contrario, y la niña desarrolló una enfermedad para intentar atraer de nuevo la atención perdida (eccemas y alergias). Está claro que esto no se puede demostrar, pero personalmente creo que en muchos casos la enfermedad física tiene un por qué psicológico (aunque no siempre).
    Y esto lo he comprobado en vivo y en directo con mi marido, diabético insulino dependiente desde los 17 años. Cuando está contento, su diabetis está bien. Después de una comida con amigos o de un partido de fútbol, sus niveles de azúcar se equilibran. Tras un duro día de trabajo y de puñaladas traperas, tiene todos los números para padecer una hipoglucemia. Todas las enfermedades tienen un componente que va más allá de lo estrictamente físico.
    Volviendo al tema que nos ocupa, nadie tiene derecho a decir a una madre por cuanto tiempo debe amamantar a sus hijos. ¿Acaso permitiríamos que se opinara sobre cuántas veces por semana se pueden mantener relaciones sexuales? Pues aunque parezca una exageración, es lo mismo, es un asunto privado que se puede compartir si se desea, pero no se tiene derecho a preguntar y para colmo después a criticar.
    Así que a la próxima que me diga alguna barbaridad porque todavía amamanto a mi hija, le preguntaré cuánto hace que no tiene sexo con su marido ...
    (Por cierto, la maestra que ha iniciado el debate no trabaja en la escuela donde irá mi hija, afortunadamente)

    entrada de A una nariz pegada @ 4:12   4 comentarios

    El sinoide vascular

    “Tenía en el cuello ese huequito que llamábamos el Bósforo. Me zambullía desde su hombro en el Bósforo. Descansaba la vista en él. Me arrodillaba y ella me miraba burlona, como si fuera yo de otro planeta. La de la mirada burlona. Su fresca mano, que sentí de repente en el cuello en un autobús de El Cairo, el amor a toda prisa en un trayecto de taxi cubierto, desde el puente Jedive Ismail hasta el Tipperary Club, o el sol que se filtraba entre sus uñas en el vestíbulo del tercer piso del museo, cuando me cubrió la cara con la mano. … Recuerdo que se volvió riendo. Señaló con su grueso dedo el punto junto a su nuez y dijo: “Esto se llama sinoide vascular”. Y dio a ese hueco de su cuello un nombre oficial. Regresó con su mujer a la aldea de Marston Magna y sólo se llevó su volumen favorito de Tolstói: me dejó todas sus brújulas y mapas. Nuestro afecto siguió inesperado”. (Fragmento extraído de la película El Paciente Inglés, de Anthony Minguella) Me revolví en el incómodo asiento del cine Pelayo. En la oscuridad que favorecía la película pude escuchar como a varias personas se les caían las lágrimas. Yo misma hice un esfuerzo para que mi hermana, todavía adolescente, no pudiera ver cómo me emocionaba. Cuando llegamos las dos a la casa familiar, me miré lentamente en el espejo del baño. Y pude contemplar cómo yo también tenía marcado ese hoyuelo en el centro del cuello, el llamado sinoide vascular. La naturaleza, para compensar mi nariz aguileña, me había regalado una figura elegante y estilizada que en aquellos años era mi principal atractivo para el sexo opuesto. Y eso hacía que a mis veintitrés años el huequito en cuestión se dibujara en el espejo exactamente igual que a Kristine Scott Thomas en la película. Días después, la escena no me abandonaba, por lo que fui preguntando a todo varón que se me acercaba si conocía la existencia de ese hoyuelo. Ninguno pudo darme una respuesta, incluso los que habían visto la película. Cuando llegué el lunes al despacho donde trabajaba como pasante, miré de reojo a mi compañero bajo los expedientes, y le señalé el sinoide vascular. Pero a él no fui capaz de preguntarle. Posiblemente, tampoco lo hubiera adivinado. Como Kristine Scott Thomas, ya sabía que sería el padre de mis hijos.

    entrada de A una nariz pegada @ 3:36   1 comentarios

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