Yo también sufrí bullyng
Yo contaba quince años, iba a un colegio privado, era buena estudiante, tenía un grupo de amigas desde la más tierna infancia, una hermana pequeña que me adoraba, devoraba todos los libros que me interesaban, iba a todos los conciertos que quería….Todo marchaba perfectamente hasta que Ella se matriculó en mi clase.
Ella, la niña - porque éramos niñas - de cuyo nombre no quiero acordarme, tenía mi misma edad, unos ojos azules que utilizaba para cautivar a todos y una maldad innata. Vivía con su madre divorciada a dos calles de nuestra casa, por lo que pronto me tocó el calvario de tener que realizar juntas cada día el trayecto de ida y vuelta a la escuela.
El primer día apenas me di cuenta. Ella empezó con ponerse mi ropa de marca nueva cuando yo ni siquiera la había estrenado. Después, continuó con encerrarme en su casa y amenazarme con no dejarme salir.
El tercero, me abofeteó delante de todo el grupo en el Burguer King de la calle Caspe.
Y finalmente estos episodios se volvieron habituales: consiguió embaucar a varias compañeras y entre todas se reunieron en el gimnasio, un lunes por la tarde, intentaron desnudarme, me tiraron del pelo, me agredieron … No hace falta decir que mi rendimiento escolar bajó en picado, pero ninguno de mis profesores fue capaz de advertir lo que estaba pasando.
Sólo Eduard, el repetidor de dieciocho años que me dio mis primeros besos los viernes por la tarde, el primer hombre que recuerdo que tocó mis pechos, me ayudó en la medida de lo posible: intentó que me separara de Ella. Pero Ella ya se había preocupado de procurar que esos encuentros lúbricos no se repitieran, recordándole que en la oscuridad de la discoteca no se advertía el tamaño de mi nariz, por lo que Eduard desistió en su intento de abrirme los ojos.
Supongo que era normal. Yo padecí el síndrome que sufren todas las víctimas de violencia, sea doméstica, escolar o derivada de un secuestro. Esa adicción a tu verdugo que provoca que creas que lo que te ocurre tiene alguna justificación. Ella me decía que lo hacía por mi bien, que mi problema era que yo no sabía defenderme, y que su obligación como amiga era hacerme fuerte.
Pero conseguí salir. Tuve la suerte de que Ella en tercero de B.U.P. había escogido la opción de Ciencias cuando yo me había matriculado en Letras. Aprobé el curso, no sin antes recibir una reprimenda monumental de mis padres y tutores por haber trabajado sólo en los exámenes finales, y dejé de verla. Ella, por supuesto, en tercero escogió otra víctima, y esa víctima sí no supo salir, y tuvo que repetir el curso.
Al cabo de unos años, en la fiesta de fin de curso de C.O.U., la vi en un rincón del patio, sola. Había engordado hasta un límite enfermizo, sus ojos de los cuales estaba tan orgullosa habían perdido todo su atractivo, y su piel reflejaba un brillo sospechoso.
Supe que dos de sus otras víctimas la habían agredido con unos zapatos de suela dura, y que tendría que repetir el curso, y no podría entrar en la universidad.
Supe que había empezado a ser adicta a las drogas.
Supe que nadie más seguía su juego, y que pasaba los sábados sola, y que ningún chico se le acercaba debido a su sobrepeso. Y pude comprobar efectivamente que nadie la saludaba.
No me dio ninguna lástima.
Yo había aprobado selectividad con unas notas excelentes, me preparaba para entrar en la universidad, tenía un novio que besaba incluso mejor que Eduard y sus antiguas víctimas eran ahora mis amigas.
Por un momento recordé todas las lágrimas derramadas a escondidas en los lavabos de la escuela, las noches encerrada en mi habitación intentando evadirme de aquella horrible realidad, los años que no fui capaz de mirarme en el espejo en el gimnasio pensando que mi nariz lo partiría en dos.
En aquel momento aprendí que la propia vida se había vengado en mi nombre.
2 comentarios:
A las 6 de diciembre de 2006, 9:17:00 GMT-8 , Anónimo ha dicho...
En mayor o menor medida muchos de nosotros hemos sufrido algún tipo de acoso. Desde el novio que tienes a los 17 años y que no permite ni que te veas con tus amigos, hasta el punto de apoderarse de tu identidad hasta el supuesto ejecutivo de éxito, que además es tu jefe, que te mantiene en una ansiedad constante porque no accedes a sus deseos sexuales y que en realidad bajo esa apariencia de éxito se oculta un alcoholico social con serios problemas de relación con sus semejantes. Yo tambien he sido víctima de esa mano negra que campa tan plácidamente por nuestra sociedad. Desgraciadamente o es que nadie se da cuenta de tu cautiverio o estamos demasiado acostumbrados a mirar a otro lado.
A las 9 de diciembre de 2006, 1:14:00 GMT-8 , Cobha ha dicho...
Hola guapa,
me gustó este post. A ver como continuamos ...
Cobha
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