Cuarentonas estupendas (2)
Para romper el estilo de estos últimos posts, vamos a volver al tono frívolo de las cuarentonas estupendas, aprovechando el intenso debate que se ha generado al respecto.
El otro día, en una conversación sobre matrimonios, amantes y amancebamientos varios con varias compañeras, una de ellas, de cincuenta y tantos largos, nos realizó una revelación que casi me hizo caerme de la silla:
- A mí hace unos años me ocurrió una cosa fantástica. Me enamoré de un niño de treinta y seis años.
Lo de caerme de la silla no fue tanto por la confesión, sino porque se trata de una mujer que no da el perfil imaginado para una situación de este estilo. Está casada desde hace más de veinte años, con dos hijas adolescentes, trabaja en un colegio con niños de cinco años, tiene unos sólidos principios, no es especialmente atractiva - en cuanto a belleza exterior, que no interior - y lo más importante, adora a su familia. ¿Es posible que perdiera la cabeza por un joven al que le saca más de veinte años? ¿Qué nos pasa a las mujeres a los cincuenta?
- ¿Y qué ocurrió? ¿Se terminó la relación?
- No, ni siquiera empezó.
- ¿Por tu familia, para no perjudicar a las niñas?
- Por mi marido. Siempre me ha tratado bien y le debo un respeto.
La conversación, cuando menos, me hizo reflexionar. Además de constatar que la persona más insospechada puede caer en una infidelidad, al final, resulta que ni amor, ni atracción sexual, ni diferencia de edad: todo se reduce a una cuestión de respeto.